Hombre encorbatado, digno adversario.
Hoy tengo ganas de comenzar de
nuevo.
Quiero avanzar hacia la libertad de tu querer.
Pero hombre encorbatado, tienes que apartarte de mi camino.
Tus ojos con llamas dan miedo.
Pero tengo valentía para cruzar el muro de tu pasión.
Eres como una estatua para mí, que no habla pero vive en el recuerdo.
Me convierto en paloma y vuelo hacia ti para oírte, para tocarte.
Te miro y trato de entender tu silencio.
Dime hombre encorbatado, hombre de semblante de piedra. ¿Por qué me
atemorizas?
Apártate de mi camino y deja que cabalgue como una guerrera de mil años.
No permitas que mi corazón se
convierta de cemento.
Me acordaría por siempre de tus promesas, esas que nunca cumpliste.
He perdido mi escudo, mi espada y la batalla pero sigo en el campo de
guerra.
Hombre encorbatado, déjame atravesar este mar apacible en que hoy me
encuentro.
Ya mi enemigo no es mi enemigo, así que quita tus faltas y despójate de tu
soberbia.
Desvístete de tu traje, ablanda tu corazón de hierro, ese que lastima y
marchita.
Siente mis pasos galopantes y alégrate porque he logrado atravesar el muro.
Ese muro que hizo derramar mis lágrimas de impotencia.
Y aunque yo pueda cruzar este muro y continuar, no podre lidiar con las
penas de tu alma.
Autor: Evelin Calzadilla.
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